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UNA LABOR SIN DESCANSO



Eva Gil Chávez es una mujer que trabaja como vendedora ambulante hace 12 años en el Cantón Ventanas, ofrece jugos, colas y aguas cerca del Mercado de Mariscos, sin embargo, cuando el negocio no va del todo bien sale a recorrer las calles del Cantón.


Con su producto en mano vocea; “venga agüita helada, venga la colita, venga los frutaris”, haciéndose notar a la hora de vender.



Eva trabaja todos los días sin descanso desde las 9:30 a.m. Considera que aunque lleva varios años trabajando en ello, este no es tan rentable y hay días en los que no vende casi nada, por eso recoge botellas de plásticos para luego venderlas y así obtener un poco mas de ingresos para su hogar.


Su esposo vende aguacates e igual que ella se esfuerza diariamente para llevar el pan a su hogar. Eva tiene 45 años y su esposo 71, juntos tratan de salir adelante pese a las situaciones que tienen que vivir. “Nosotros somos muy pobres, no tenemos casa”, expresó Eva. Viven en una casita prestada y lo que ganan solo les alcanza para cubrir sus necesidades básicas, lo que no les ha permitido tener su casa propia.



Como todos los pequeños comerciantes y vendedores ambulantes, Eva no pudo laborar durante la pandemia, sin embargo, buscó la manera de obtener un ingreso para su hogar, pelaba cebollas en un negocio de legumbres donde solo ganaba $2 diario lo que apenas le servía para comprar algo de comer.


Pese a que es una mujer trabajadora y siempre trata de llevar el pan a su hogar a Eva le gustaría tener una ayuda externa, especialmente para su esposo que ya es de la tercera edad y no puede obtener el Bono de Desarrollo Humano. Sin duda alguna Eva es muestra de esfuerzo, amor y constancia.



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