NUEVA FINAL PARA LOS ITALIANOS
La selección española se despidió de la Eurocopa con honores en la tanda de penaltis, con los fallos de Dani Olmo y Álvaro Morata, para quedar a puertas de una final merecida tras una lección de buen fútbol ante la que se mantuvo en pie una Italia que rebajó belleza pero no eficacia, para acabar salvada por Donnarumma.
Esta vez salió cruz. La fortuna dio la espalda o la falta de acierto dio la cara en una tanda de penaltis que castigó el mejor partido de España en el torneo. Un equipo con identidad que no encuentra techo, que ya había cumplido las expectativas y se ha vuelto a ganar el respeto del mundo del fútbol en un rodaje para el Mundial de un grupo de futbolistas que regresan a casa con la cabeza alta. España acarició la excelencia como al balón en un duelo de alta escuela. Ganó el fútbol en el enfrentamiento de dos bloques sin una estrella de referencia. Dos equipos que crecen desde el balón y batallaron por adueñarse de él. Una misma idea con mejor interpretación de la posesión de España pero mayor sensación de peligro italiana, con dinamita arriba. Luis Enrique ya es el ganador. Daba igual el resultado. La Eurocopa le deja como el gran vencedor de España por la evolución de un grupo de jugadores que compiten sin complejos con una dirección impecable. La mano del entrenador en un grupo plagado de jugadores inexpertos en fases finales. Nadie dominó a una Italia intocable hasta que ellos desataron una lectura perfecta de la posesión. Ambas selecciones representan la máxima expresión futbolística de la presión. Ejecutada a la perfección. Italia despejó las dudas con rapidez. No renunciaría a su estilo, en todo caso sería obligada a hacerlo. Su intención fue hacer pagar a España con su misma moneda. Presión alta y máxima intensidad era la consigna de Mancini. Marcaba el límite de la agresividad y provoca errores extraños en el equipo de Luis Enrique. Una perdida de Laporte en fase de salida, un balón a la grada de Unai. El partido demandaba en sus primeros compases la aparición de un futbolista con personalidad y ahí aparece Pedri, a sus 18 años, para dominar el mundo desde el balón. Pleno de acierto en 31 pases en el primer acto. La experiencia de Busquets metió cloroformo al inicio de locura italiano. Superados los minutos de incertidumbre, España exhibió personalidad. El plan de Luis Enrique comenzó a funcionar. Líneas juntas, extremos abiertos, movilidad en la asociación, velocidad en el toque y una figura que dañó a Italia en cada balón que tocó: Dani Olmo. La sorpresa del seleccionador español pasaba por prescindir de un nueve de referencia para meter movilidad ante el centro de la zaga rival, veterana y de menor velocidad. Y Olmo respondió con un partido para enmarcar en todas las facetas menos en la definición. A los 25 minutos, con todo para marcar, como si de un penalti se tratara, se topó con Donnarumma. Esa acción perdonada aumentó el respeto después de que Pedri sacase la varita para filtrar un pase mal controlado por la gran sorpresa del once español, Mikel Oyarzabal. Novedad junto a Eric García ante una azzurra que apostó por Emerson ante la importante ausencia de Spinazzola. El dominio español pasó a ser abrumador en todas las facetas del juego salvo en el área rival, sin la determinación necesaria para trasladar al marcador la superioridad. Ferran y Oyarzabal, siempre de fuera hacia dentro, dejaron los primeros avisos con sus disparos. Pero la igualdad de las grandes citas no entiende de errores y una mala salida de Unai acarició la catástrofe. Emerson medía mal el pase y Barella no pudo armar el disparo sin nadie en la portería. En la lección de presión, consiguió España que el jugador rival que más iniciase jugada fuese Donnarumma. Provocó el error sin asestar el castigo entre intentos de Olmo, corriendo al ritmo que imprime Pedri pero siempre en vilo por la falta de seguridad en defensa. Sufriendo por la zona de Eric García, apareciendo Emerson para cerrar el primer acto con un disparo sacado por Unai que tocó en el travesaño. Italia entendió que desde la posesión nunca sería superior a su rival y presentó un cambio de plan para el segundo acto. Propuso un partido de ida y vuelta, un intercambio de golpes repleto de valentía. España lo aceptó desde la seguridad que sentía en su mejor partido del torneo, sin pensar en los regalos que ha ido dejando en el camino. Así cometió el primero, en un despeje de Laporte sobre Inmobile que avisó con un disparo cruzado. Era el momento Oyarzabal, dañando con el balón cosido al pie en los ida y vuelta, regalando la primera a Busquets, que rozaba el larguero con su disparo, y topándose con Donnarumma en la segunda. Fue cuando llegó el duro golpe de Chiesa a a hora de partido. Un disparo ajustado al palo, imparable, tras una acción repleta de velocidad que encontró el corte de Laporte a la espalda de Eric y un rechace que se convirtió en oro. Por segunda ocasión en el torneo por detrás en el marcador, con media hora para evitar una injusticia deportiva. España no se detuvo en el lamento y se lanzó por lo que consideraba justo. Respondió con grandeza pese a lamentar contundencia, perdonando un centro medido de Koke a la cabeza de Oyarzabal y el enésimo intento de Olmo. La perfecta lectura de Luis Enrique dejó un último movimiento que impulsó la reacción. Pasó a un 4-2-3-1 con doble pivote y Morata en punta. A tiempo de firmar su gol para la historia y evitar la derrota con el tanto que le convierte en el máximo artillero español en las Eurocopas. Rompiendo al espacio, asociándose con Olmo y definiendo con calidad para desatar la rabia acumulada con un arquero al estilo Kiko Narvaez. El reencuentro con su pasado de Italia, con un equipo que renunció al ataque para defender el resultado, le jugó una mala pasada. No volvió a generar y quedó a expensas del acierto español en los últimos metros. Gerard Moreno no lo tuvo en la última del tiempo reglamentario antes de una prórroga en la que el cansancio rebajó la brillantez. Es el momento donde el hambre de ganar debe imponerse al miedo a la derrota. Y España no cesó en su empeño, encontrando en una doble ocasión tras una falta de picardía de Olmo la única acción para marcar en la primera parte, pero le faltaron piernas para mantener su identidad. El susto se lo llevó en un tanto de Berardi anulado por fuera de juego antes de una nueva tanda de penaltis. La segunda consecutiva tras la tercera prórroga. Un camino con tanto sufrimiento como fútbol que en esta ocasión no pudo salvar el inicio de la tanda con parada de Unai. Los fallos de Olmo y el posterior de Morata sentenciaron a una selección sobresaliente. Italia extiende su racha sin perder a 33 partidos y espera rival para la gran final.
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